lunes, 17 de julio de 2017

Unción de los Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio


SACRAMENTOS DE CURACIÓN
El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con Él. Al mismo tiempo, atenta contra la   comunión con la  Iglesia.
Por eso la conversión  implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y celebra litúrgicamente el sacramento de la penitencia y la reconciliación. (CIC 1440)
El sacramento de la Reconciliación está constituido por el conjunto de cinco actos realizados por el penitente y la absolución del sacerdote. Los actos del penitente son: examen de conciencia, el arrepentimiento, la confesión o manifestación de los pecados al sacerdote y el propósito de realizar la reparación y las obras de penitencia.

¿Quiénes pueden recibir este sacramento?
Todo bautizado está llamado a la penitencia y la reconciliación, en tanto la debilidad humana nos hace atentar contra la comunión con Dios y con la Iglesia. La confesión individual e íntegra de los pecados graves seguida de la absolución es el único medio ordinario para la reconciliación con Dios y con la Iglesia. Es importante acercarse a la parroquia y solicitar los horarios de atención del sacerdote, para prepararse convenientemente a recibir la Reconciliación.
Quien por enfermedad o imposibilidad física no pueda confesarse, tiene otra opción para reconciliarse con Dios, en el sacramento de la Unción de los Enfermos.

UNCIÓN DE LOS ENFERMOS:

El sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad grave o vejez (CIC 1527).
Es un acto de reconciliación y aceptación de la voluntad de Dios, ponerse en sus manos y esperar confiados en su voluntad, uniendo nuestro dolor y nuestro sufrimiento al sufrimiento y al dolor de Cristo en la cruz, para ser liberados con Él en la plenitud de los tiempos.

¿Quiénes pueden recibir este sacramento?

Cada vez que un cristiano cae gravemente enfermo, puede recibir la Santa Unción, y también cuando, después de haberla recibido, la enfermedad se  agrava. (CIC 1529). En cualquiera de estos casos, los familiares han de acercarse con tiempo a la Parroquia o capilla para solicitar la asistencia del sacerdote.
Esto es importante, pues suele ocurrir que, en la premura del tiempo y en la gravedad del enfermo, el sacerdote no se encuentre en la parroquia  o esté dedicado a otra labor que le impida asistir inmediatamente. Esto es muy importante, pues sólo el sacerdote puede administrar este sacramento.

¿Cuáles son sus signos principales?

Lo esencial de la celebración de este sacramento consiste en la unción en la frente y las manos del enfermo con el santo crisma, acompañado de la oración litúrgica del sacerdote celebrante que pide la gracia especial de este sacramento.(cf. CIC 1531). El ministro es el sacerdote, como en la confesión cada sacerdote está dispuesto para administrar este sacramento de curación o reconciliación.
 
SACRAMENTOS AL SERVICIO Y MISIÓN DE LOS FIELES
Los sacramentos del Orden Sacerdotal y del Matrimonio, están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen, ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia
y sirven a la edificación del Pueblo de Dios. (cf. CIC 1534)

EL SACRAMENTO DEL ORDEN:
El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia  hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico en su triple dimensión de santificar, enseñar y gobernar. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. (cf. CIC 1536) El sacramento del Orden está al servicio de la comunidad y de la construcción del Reino. Sólo en ella, en la comunidad, en el servicio a ella éste ministerio logra su plenitud.

¿Quiénes pueden recibir este sacramento?

La Iglesia confiere el sacramento del orden únicamente a varones bautizado, cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir la ordenación. (CIC 1598). La Iglesia Latina confiere el sacramento del orden a varones que están dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el servicio de los hombres, correspondiendo a los Obispos conferir el sacramento del orden en los tres grados señalados con anterioridad.(cf. CIC 1599 y 1600)

¿Cuáles son sus signos principales?
El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos, por parte del Obispo, seguida de una oración consagratoria solemne que pide a Dios para el ordenado las gracias del Espíritu Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental indeleble. (CIC 1597)

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO:
La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el mismo Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento. (CIC 1660)

¿Quiénes pueden recibir este sacramento?

Los bautizados que no hayan recibido el sacramento del matrimonio con anterioridad y que no tengan ningún impedimento de carácter eclesial, pueden contraer matrimonio. El acto sacramental del matrimonio, tiene un carácter público, ya que la comunidad oficia de testigos junto al celebrante (sacerdote o testigo cualificado de la Iglesia). Esta es una manifestación de un estado de vida que es público en la Iglesia, de allí su carácter y la necesidad de los testigos.
Contraer un nuevo matrimonio por parte de divorciados mientras viven sus cónyuges legítimos contradice el plan y la ley de Dios enseñados por Cristo. Los que viven en esta situación no están separados de la Iglesia, pero no pueden acceder a la comunión eucarística. Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe. (CIC 1665)

¿Cuáles son sus signos principales?
El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo. (CIC 1662)
Nota Importante: Sin perjuicio de lo anterior, cada Unidad Pastoral (capilla, parroquia, colegio de iglesia, movimiento apostólico, etc...) puede tener requisitos específicos para algunos sacramentos.

Actividad:
1.- ¿Cuáles son los sacramentos de curación?
2.-  ¿Qué es la unción de los enfermos?
3.- ¿Qué hace la unción de los enfermos en las personas y quienes pueden recibir el sacramento de la Unción de enfermos?
4.- ¿Cuáles son los sacramentos de servicio?
5.- ¿Qué es el Orden Sacerdotal?
6.- ¿Quiénes pueden recibir el sacramento del Orden Sacerdotal?
7.- ¿Qué es el Matrimonio?
8.- ¿Quiénes son los ministros del Matrimonio?

9.- ¿Qué hace el Matrimonio en las personas?

martes, 11 de julio de 2017

La Eucaristía un sacrificio que perdura…


Cuantas veces vamos a Misa pero nuestra mente, pensamientos, todo nuestro ser parece estar en mil lugares menos en la misma celebración litúrgica de la Eucaristía.  Si fuésemos sacar estadísticas un alto porcentaje de los presentes “estamos en ese barco.”  No mi intención criticar a los que por alguna razón u otra estamos en esta descuidada (desinteresada, etc.) postura en Misa.  Si bien leemos verán que uso la forma gramática de tercera persona plural para incluirme a mí en esta descuida disposición en la Santa Misa.
Ahora bien, para entrar en contexto del tema de la “Eucaristía como Sacrificio” hay que tener muy presentes la significación precisa de los términos que estoy presentando.   En primer lugar definamos la palabra “eucaristía” y luego la palabra “sacrificio.”
Eucaristía es una palabra que proviene del griego (griego de la koiné o del pueblo) y significa “acción de gracias.”  Para poder entender esto es muy conveniente tener muy claro el contexto bíblico.  El canon de la Misa o las palabras que pronuncia el sacerdote en la consagración de la Misa las podemos leer en el Evangelio de San Mateo.  “Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo».  Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados”  (Mt. 26, 26-28).  Vamos a concentrarnos en la parte que dice “dio gracias” (Mt. 26, 27).  Cuando las primeras generaciones de seguidores de Cristo (cristianos) celebraban la Fracción del Pan (Eucaristía) la palabra que usaban por “dio gracia” era “eucharistia” de esta palabra en griego es que tenemos hoy en día la palabra eucaristía (en español).
La palabra “sacrificio” por su parte proviene del latín sacrificium.”  Vamos a dividir esta palabra para sacarle mejor sentido (y lógica por así decirlo).  “Sacri” ósea sacro, sagrado y/o santo.  Esta primera parte de este termino seria santificar y hacer lo sagrado.  La segunda parte “facere” lo va a suceder.  Literalmente “sacrificio” seria hacer santa (o santificar) las cosas.  El sacrificio bajo ninguna circunstancia implica la muerte o las tinieblas.  Podemos decir ciertamente que denota luz y vida.  Por sacrificio se entiende en general como una ofrenda a Dios para mostrar veneración con el objeto de obtener comunión con El.  Veamos el contexto bíblico sobre el sacrificio.

Los Ritos del Sacrificio Sangriento
El ritual para el sacrificio sangriento es de especial significación para comprender el concepto del sacrificio judío. Hay cinco acciones que eran comunes a los diferentes sacrificios de los judíos:
1 – La presentación de la víctima – (Éxodo 29,42)
2 – La imposición de manos sobre la víctima – (Levítico 4,15)
3 – Matar la víctima – era el sacerdote quien las inmolaba (Levítico 1,15).
4 – Rociar la sangre – La verdadera función del sacrificio comenzaba con el cuarto acto,
l rociado de la sangre que, según la ley, solo lo podían hacer los sacerdotes (Levítico 1, 5)
5 – La quema del sacrificio – (Deuteronomio 4,24; Levítico 9,24)

El Sacrificio Cristiano
En el cristianismo todo sacrificio (de nuestra vida diaria) se une al Sacrificio que de Cristo.  Jesucristo se ofrece a si mismo como cordero Pascual, de manera sangrienta en la Cruz una vez para siempre. La Cruz es el sacrificio definitivo que contiene todos los méritos necesarios para la redención de los hombres. Pero para aplicarlos a cada persona, Cristo mismo instituyó el Santo Sacrificio de la Misa, el cual es la continuación no sangrienta y la representación del sacrificio sangriento del Calvario.  Se trata de un continuo sacrificio y no de una repetición.
Todos los antiguos sacrificios eran solo un signo del único sacrificio que puede salvarnos o sea el sacrificio de Jesús. Porque solo Él puede reparar ante el Padre como Dios y hombre, ofreciéndole el perfecto sacrificio de amor y obediencia por nuestro desamor y desobediencia (vida de pecado).

Texto Bíblico. Jn 6, 56-58.
El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre que me ha enviado vive y yo vivo por el Padre, así el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el que comieron los padres, y murieron. El que come este pan vivirá eternamente.

La Eucaristía nos hace una Iglesia más evangelizadora que educa en la fe para               la misión.
La comunidad de los discípulos de Jesús no vive para sí misma, sino que se identifica como enviada; una comunidad que, como el mismo Señor, vive en estado de misión: "Como el Padre me envió, así también yo los envío" (Juan 20,21). Al participar del gran banquete de la Eucaristía, también somos enviados como los mismos discípulos.
El mensaje de la comunidad, claro y decidido, es el del apóstol Pedro en Pentecostés: "Dios resucitó a este Jesús, de lo cual somos testigos nosotros" (Hechos 2,32). En la Eucaristía Jesús aparece en medio de la comunidad y la educa para la misión. Por eso ese “vayamos en la paz del Señor” del sacerdote al finalizar la Eucaristía, nos indica nuestro compromiso delante de nuestra realidad.
Para entender que la Misión se alimenta de la Eucaristía, es necesario entender que quien hace misión es la Iglesia (tú y yo); de ahí que: evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma; constituyéndose así en comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida y comunicada y, comunidad de amor fraterno.
La celebración de la Misa es el ámbito privilegiado para que la comunidad cristiana sea evangelizada y evangelizadora:

a)    Allí escucha la Palabra de la que ha de ser testigo.
b)    En la plegaria eucarística hace memoria de las maravillas realizadas por Dios a favor de los hombres, maravillas (historia de salvación) que ha de proclamar.
c)    En la comunión se alimenta del Pan de Vida, con la certeza de que Cristo está en la comunidad y ésta en él (Juan 6,57-58).

La Eucaristía nos hace una Iglesia más comunitaria
Evangelizar es un acto eclesial. "...Ningún evangelizador es dueño absoluto de su acción evangelizadora, con un poder discrecional para cumplirla según sus criterios y perspectivas individualistas, sino en comunión con la Iglesia y sus Pastores" De ahí que nadie puede llamarse evangelizador a titulo personal, si no está en comunión con la Iglesia que se alimenta de la Eucaristía.
En la celebración de la Eucaristía no solamente aprendemos a ser comunidad, sino que para poder celebrarla debemos ser ya comunidad. Pero, además, la eucaristía crea la comunidad a través de diversas mediaciones: en el rito penitencial, Dios nos concede su perdón y mutuamente nos perdonamos, Orando, cantando, alabando y dando gracias juntos, crecemos como Iglesia. Pero, sobre todo, la comunidad se realiza en la comunión eucarística.

La Eucaristía nos hace una Iglesia más solidaria
En la Eucaristía aprendemos, vivimos y celebramos la solidaridad.
Si en el acontecimiento de la multiplicación de los panes (Lucas 9,12-17) aprendemos de Jesús a ser solidarios, en el Sacramento del pan de vida esa solidaridad llega a extremos insospechados.
Comulgar con el cuerpo y la sangre de Jesús nos compromete a vivir la solidaridad con todos, sobre todos los más hambrientos y sedientos. Se estrechan los vínculos de los miembros de un mismo cuerpo y de las ramas de una misma vid.
Es necesario, decía el papa Juan Pablo II, recordar a toda la Iglesia en América, el lazo existente entre la Eucaristía y la caridad, lazo que la Iglesia primitiva expresaba uniendo el ágape con la Cena eucarística. La participación en la Eucaristía debe llevar a una acción caritativa más intensa como fruto de la gracia recibida en este sacramento" (Cfr. Juan Pablo II, La Iglesia en América, n.35).

¿Está Cristo presente en la Eucaristía?
Son varios los caminos por los que podemos acercarnos al Señor Jesús y así vivir una existencia realmente cristiana, es decir, según la medida de Cristo mismo, de tal manera que sea Él mismo quien viva en nosotros (ver Gál 2,20). Una vez ascendido a los cielos el Señor nos dejó su Espíritu. Por su promesa es segura su presencia hasta el fin del mundo (ver Mt 28, 20). Jesucristo se hace realmente presente en su Iglesia no sólo a través de la Sagrada Escritura, sino también, y de manera más excelsa, en la Eucaristía.
¿Qué quiere decir Jesús con "venid a mí"? Él mismo nos revela el misterio más adelante: "Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea en mí no tendrá nunca sed." (Jn 6, 35). Jesús nos invita a alimentarnos de Él. Es en la Eucaristía donde nos alimentamos del Pan de Vida que es el Señor Jesús mismo.
¿No está Cristo hablando de forma simbólica?
Cristo, podría estar hablando simbólicamente. Él dijo: "Yo soy la vid" y Él no es una vid; "Yo soy la puerta" y Cristo no es una puerta.
Pero el contexto en el que el Señor Jesús afirma que Él es el pan de vida no es simbólico o alegórico, sino doctrinal. Es un diálogo con preguntas y respuestas como Jesús suele hacer al exponer una doctrina.
A las preguntas y objeciones que le hacen los judíos en el Capítulo 6 de San Juan, Jesucristo responde reafirmando el sentido inmediato de sus palabras. Entre más rechazo y oposición encuentra, más insiste Cristo en el sentido único de sus palabras: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (v.55).
Esto hace que los discípulos le abandonen (v. 66). Y Jesucristo no intenta retenerlos tratando de explicarles que lo que acaba de decirles es tan solo una parábola. Por el contrario, interroga a sus mismos apóstoles: "¿También vosotros queréis iros?". Y Pedro responde: "Pero Señor... ¿con quién nos vamos si sólo tú tienes palabras de vida eterna?" (v. 67-68).
Los Apóstoles entendieron en sentido inmediato las palabras de Jesús en la última cena. "Tomó pan... y dijo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo." (Lc 22,19). Y ellos en vez de decirle: "explícanos esta parábola," tomaron y comieron, es decir, aceptaron el sentido inmediato de las palabras. Jesús no dijo "Tomad y comed, esto es como si fuera mi cuerpo.es un símbolo de mi sangre".
Alguno podría objetar que las palabras de Jesús "haced esto en memoria mía" no indican sino que ese gesto debía ser hecho en el futuro como un simple recordatorio, un hacer memoria como cualquiera de nosotros puede recordar algún hecho de su pasado y, de este modo, "traerlo al presente" . Sin embargo esto no es así, porque memoria, anamnesis o memorial, en el sentido empleado en la Sagrada Escritura, no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. Así, pues, cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz permanece siempre actual (ver Hb 7, 25-27). Por ello la Eucaristía es un sacrificio (ver Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1363-1365).
San Pablo expone la fe de la Iglesia en el mismo sentido: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?". (1Cor 10,16). La comunidad cristiana primitiva, los mismos testigos de la última cena, es decir, los Apóstoles, no habrían permitido que Pablo transmitiera una interpretación falsa de este acontecimiento.
Los primeros cristianos acusan a los docetas (aquellos que afirmaban que el cuerpo de Cristo no era sino una mera apariencia) de no creer en la presencia de Cristo en la Eucaristía: "Se abstienen de la Eucaristía, porque no confiesan que es la carne de nuestro Salvador." San Ignacio de Antioquía (Esmir. VII).
Finalmente, si fuera simbólico cuando Jesús afirma: "El que come mi carne y bebe mi sangre...", entonces también sería simbólico cuando añade: "...tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54). ¿Acaso la resurrección es simbólica? ¿Acaso la vida eterna es simbólica?
Todo, por lo tanto, favorece la interpretación literal o inmediata y no simbólica del discurso. No es correcto, pues, afirmar que la Escritura se debe interpretar literalmente y, a la vez, hacer una arbitraria y brusca excepción en este pasaje.
Si la misa rememora el sacrificio de Jesús, ¿Cristo vuelve a padecer el Calvario en cada Misa?
La carta a los Hebreos dice: "Pero Él posee un sacerdocio perpetuo, porque permanece para siempre... Así es el sacerdote que nos convenía: santo inocente...que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día... Nosotros somos santificados, mediante una sola oblación ... y con la remisión de los pecados ya no hay más oblación por los pecados." (Hb 7, 26-28 y 10, 14-18).
La Iglesia enseña que la Misa es un sacrificio, pero no como acontecimiento histórico y visible, sino como sacramento y, por lo tanto, es incruento, es decir, sin dolor ni derramamiento de sangre (ver Catecismo de la Iglesia Católica n. 1367).
Por lo tanto, en la Misa Jesucristo no sufre una "nueva agonía", sino que es la oblación amorosa del Hijo al Padre, "por la cual Dios es perfectamente glorificado y los hombres son santificados" (Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium n. 7).
El sacrificio de la Misa no añade nada al Sacrificio de la Cruz ni lo repite, sino que "representa," en el sentido de que "hace presente" sacramentalmente en nuestros altares, el mismo y único sacrificio del Calvario (ver Catecismo de la Iglesia Católica n. 1366; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios n. 24).
El texto de Hebreos 7, 27 no dice que el sacrificio de Cristo lo realizó "de una vez y ya se acabó", sino "de una vez para siempre". Esto quiere decir que el único sacrificio de Cristo permanece para siempre (ver Catecismo de la Iglesia Católica n. 1364). Por eso dice el Concilio: "Nuestro Salvador, en la última cena, ... instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz." (ver Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium n. 47). Por lo tanto, el sacrificio de la Misa no es una repetición sino re-presentación y renovación del único y perfecto sacrificio de la cruz por el que hemos sido reconciliados.

ADORACION EUCARÍSTICA
Siendo el pan una comida que nos sirve de alimento y se conserva guardándole, Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no solo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la sagrada Comunión, sino también para ser conservado en el sagrario y hacerse presente a nosotros, manifestandonos por este eficacísimo medio el amor que nos tiene.
En toda forma de culto a este Sacramento hay que tener en cuenta que su intención debe ser una mayor vivencia de la celebración eucarística. Las visitas al Santísimo, las exposiciones y bendiciones han de ser un momento para profundizar en la gracia de la comunión, revisar nuestro compromiso con la vida cristiana; la verificación de cada uno ante la Palabra del Evangelio, el asomarse al silencioso misterio del Dios callado... Esta dimensión individual del tranquilo silencio de la oración, estando ante él en el amor, debe impulsar a contrastar la verdad de la oración, en el encuentro de los hermanos, aprendiendo también a estar ante ellos en la comunicación fraternal.
La Exposición
La exposición y bendición con el Santísimo Sacramento es un acto comunitario en el que debe estar presente la celebración de la Palabra de Dios y el silencio contemplativo. La exposición eucarística ayuda a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo o invita a la unión más íntima con él, que adquiere su culmen en la comunión Sacramental.
Habiéndose reunido el pueblo y, si parece oportuno, habiéndose iniciado algún cántico, el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se reserva en el altar de la exposición, el ministro, con el paño de hombros lo trae del lugar de la reserva, acompañado por acólitos o por fieles con velas encendidas.
El copón o la custodia se colocará sobre el altar cubierto con mantel; mas si la exposición se prolonga durante algún tiempo, y se hace con la custodia, se puede usar el manifestador, colocado en un lugar más alto, pero teniendo cuidado de que no quede muy elevado ni distante. Si se hizo la exposición con la custodia, el ministro inciensa al Santísimo; luego se retira, si la adoración va a prolongarse algún tiempo.
Si la exposición es solemne y prolongada, se consagrará la hostia para la exposición, en la Misa que antes se celebre, y se colocará sobre él altar, en la custodia, después de la comunión. La Misa concluirá con la oración después de la comunión, omitiendo los ritos de la conclusión. Antes de retirarse del altar, el sacerdote, si se cree oportuno, colocará la custodia y hará la incensación.
La Adoración
Durante el tiempo de la exposición, se dirán oraciones, cantos y lecturas, de tal suerte que los fieles, recogidos en oración, se dediquen exclusivamente a Cristo Señor.
Para alimentar una profunda oración, se deben aprovechar las lecturas de la sagrada Escritura, con la homilía, o breves exhortaciones, que promuevan un mayor aprecio del misterio eucarístico. Es también conveniente que los fieles respondan a la palabra de Dios, cantando. Se necesita que se guarde piadoso silencio en momentos oportunos.
Ante el Santísimo Sacramento expuesto por largo tiempo, se puede celebrar también alguna parte, especialmente las horas más importantes de la Liturgia de las Horas; por medio de esta recitación se prolonga a las distintas horas del día la alabanza y la acción de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre de todo el mundo.

ACTIVIDAD:
1.- Que es el sacramento de la Eucaristía?
2.- ¿Cuál es tu compromiso como cristiano, al alimentarte con el gran sacramento de la Eucaristía?
3.- ¿Se notan en tu comunidad, que quienes se alimentan de la Eucaristía, son buenos cristianos, buenas personas y son solidarios?
4.- Cuando comulgues. Cual será tu actitud? Serás como el resto de las personas que van a misa y comulgan?


miércoles, 5 de julio de 2017

LOS DIEZ MANDAMIENTOS


En el Antiguo Testamento vemos que Dios quiso establecer un pacto con el pueblo de Israel. Quería bendecir a este pueblo y glorificarse por medio de ellos. Como todo pueblo y toda nación en este mundo, Israel necesitaba estructura y orden. Una de las formas como Dios proveyó esto fue estableciendo lo que hoy conocemos como los Diez Mandamiento.
Dos meses después de haber salido de Egipto, Israel llegó al lugar en el desierto donde está el Monte Sinaí. Durante tres días Dios ordenó a Moisés a preparar el pueblo porque quería descender sobre ellos y establecer su pacto. Cuando el pueblo estuvo listo para estar en su presencia, Dios se manifestó en forma de fuego. Dice el capítulo 19 de Éxodo que el monte entero estaba cubierto en humo y temblaba violentamente. El pueblo, asustado, estaba abajo del monte con Moisés y Aarón frente a ellos, esperando escuchar lo que Dios iba a decir. Ese día Dios estableció la lista de reglas que hoy conocemos como los Diez Mandamientos. Dios también los escribió en dos tablas y se los dio a Moisés.
Los diez mandamientos tratan con la relación entre Dios y el pueblo y las relaciones interpersonales. En ellos Dios establece las bases para la adoración, la conducta del individuo en todas las áreas de su vida, y la justicia.
La historia de los acontecimientos de ese día en el Monte Sinaí empieza en Éxodo 19. Los Diez Mandamientos se encuentran en Éxodo 20, 1 - 17 proveen más detalles, junto con otras leyes, sobre los requisitos de Dios para Israel.
"Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?" Al joven que le hace esta pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como "el único Bueno", como el Bien por excelencia y como la fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del prójimo: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre". Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 19,16-19).
Cuando le hacen la pregunta "¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?" (Mt 22,36), Jesús responde: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas" (Mt 22,37-40;
La palabra "Decálogo" significa literalmente "diez palabras" (Ex 34,28; Dt 4,13; 10,4). Estas "diez palabras" Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió "con su Dedo" (Ex 31,18; Dt 5,22), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés (cf Dt 31,9.24). Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son trasmitidas en los libros del Exodo (cf Ex 20,1-17) y del Deuteronomio (cf Dt 5,6-22). Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las "diez palabras" (cf por ejemplo, Os 4,2; Jr 7,9; Ez 18,5-9); pero es en la nueva Alianza en Jesucristo donde será revelado su pleno sentido.
Los diez mandamientos enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo. Los tres primeros se refieren más al amor de Dios y los otros siete más al amor del prójimo. Como la caridad comprende dos preceptos en los que el Señor condensa toda la ley y los profetas…, así los diez preceptos se dividen en dos tablas: tres están escritos en una tabla y siete en la otra.
El Concilio de Trento enseña que los diez mandamientos obligan a los cristianos y que el hombre justificado está también obligado a observarlos (cf DS 1569-70). Y el Concilio Vaticano II lo afirma: "Los obispos, como sucesores de los apóstoles, reciben del Señor…la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo para que todos los hombres, por la fe, el bautismo y el cumplimiento de los mandamientos, consigan la salvación".
Los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios. Nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto, indirectamente los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana. El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la "ley natural": Desde el comienzo, Dios había puesto en el corazón de los hombres los preceptos de la ley natural.
hoy en día, muchas personas han eliminado a Dios de su vida. Como que en ocasiones nos estorba y preferimos borrarlo, en vez de sentarnos a reflexionar por qué nos pide ciertas cosas. Unas de las cosas que Dios nos pide es cumplir con los mandamientos que Él nos entregó. Los Mandamientos son un camino para llegar al Cielo y ser felices. Cuando los cumplimos, vivimos en paz.
Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios nos enseñan cómo debe de ser nuestra actitud para con Dios y los siete siguientes nos enseñan nuestra actitud hacia el prójimo, con los que nos rodean.
Los mandamientos de la ley de Dios son los siguientes:

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
Este mandamiento nos dice que Dios debe ser lo más importante en nuestras vidas, debemos amarlo, respetarlo y vivir cerca de Él. Esto lo podemos hacer a través de la oración y los sacramentos.
Debemos creer, confiar y amar a Dios sobre todas las cosas:

1. Creer en Dios que es mi Padre, me ha dado la vida y me ama.
2. Confiar en Dios porque es mi Padre y me ama infinitamente
3. Amar a Dios más que a nada y a nadie en el mundo.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿Estoy amando a Dios como un hijo ama a un padre?
• ¿Vivo sólo para las cosas temporales, de la tierra?


2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
Este mandamiento nos manda respetar el nombre de Dios y todas las cosas sagradas.
Para cumplir este mandamiento, debemos usar el nombre de Dios con mucho amor y respeto. Debemos de cuidar y respetar todas las cosas que tienen que ver con Dios, así como respetar al sacerdote y a las personas consagradas a su servicio.
Para saber si cumplimos con este mandamiento nos podemos preguntar:

• ¿Uso el nombre de Dios de una manera cariñosa y con respeto, sin jurar en vano el nombre de Dios?
• ¿Respeto las cosas de Dios (capilla, Biblia, rosario, etc.)?
• ¿Trato de manera respetuosa a los sacerdotes y personas consagradas al servicio de Dios?
• ¿He cumplido con las promesas que he hecho?
• ¿He jurado en falso?
• ¿He cumplido las promesas que he hecho a Dios?


3. Santificarás las fiestas.
Este mandamiento nos manda dedicar los domingos y los días de fiesta a alabar a Dios y a descansar sanamente.
Para cumplir con este mandamiento, debemos ir a Misa todos los domingos y fiestas que la Iglesia e indique y celebrar el amor de Dios y todo lo que ha hecho por nosotros. Debemos aprovechar los domingos para rezar más y estar cerca de Dios, así como para descansar sanamente y ayudar a que otros descansen. También, debemos dedicar este día a las cosas de Dios y a la familia.
Para saber si cumplimos bien con este mandamiento, podemos preguntarnos:
• ¿Voy a Misa los domingos y fiestas que manda la Iglesia?
• ¿Hago un esfuerzo por estar muy cerca de Dios durante la Misa y escuchar lo que me quiere decir?
• ¿Pienso en Dios los domingos?
• ¿Ayudo a los demás para que puedan descansar?
Los días en que se debe de asistir a Misa, además de los domingos, son marcados por la Conferencia Episcopal de cada país.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre
Este mandamiento nos manda honrar y respetar a nuestros padres y a quienes Dios le da autoridad para guiarnos y ciudarnos en nuestras vidas.
Para cumplir este mandamiento, debemos escuchar, respetar y amar a los padres y a aquellas personas que tengan autoridad sobre nosotros (abuelos, tíos, sacerdotes, maestros, autoridad civil).
Esto no quiere decir que los padres deben de olvidarse de sus deberes y obligaciones para con los hijos.
Para saber si cumplimos con este mandamiento podemos preguntarnos:

• ¿Ayudo material o espiritualmente a mis padres?
• ¿Soy agradecido con mis padres?
• ¿Los acompaño en su vejez?
• ¿Les demuestro amor?
• ¿Soy agradecido con ellos?
• ¿Los acompaño en sus enfermedades?

5. No matarás
Este mandamiento nos manda respetar nuestra propia vida y la del prójimo, cuidando de la propia salud, porque la vida humana es sagrada. Se trata de no lastimar ni atentar contra la vida propia o ajena, física o moral.
Para cumplir este mandamiento, debemos servir a la vida cuidando nuestra salud, para no caer en vicios como el alcoholismo o la drogadicción. El suicidio es un atentado contra la propia vida.
Con respecto a la vida de otros, debo evitar las críticas y el dar a conocer a todos los defectos ajenos, es decir, las calumnias. El maltratar físicamente a las personas, atenta contra la vida ajena. El aborto es dar muerte a una vida en el vientre de la madre.
Para saber si estoy cumpliendo con este mandamiento me puedo preguntar:
• ¿He hablado mal de los demás?
• ¿He maltratado a alguien físicamente?
• ¿He caído en algún vicio?
• ¿He atentado contra mi salud?

6. No cometerás actos impuros
Este mandamiento nos manda conservar la pureza del cuerpo y del alma.
Para cumplir con este mandamiento, debemos procurar la limpieza interior de nuestro cuerpo y de nuestra alma ya que es un tesoro muy grande que debemos conservar. Nuestro cuerpo es un templo del Espíritu Santo.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿He cometido adulterio o fornicado?
• ¿He visto algún tipo de pornografía?
• ¿Me he permitido tener pensamientos y deseos morbosos? ¿He dominado mis pasiones?
• ¿He practicado la homosexualidad?
• ¿He practicado la masturbación?

7. No robarás
Este mandamiento nos manda respetar las cosas de los demás y utilizar las nuestras para hacer el bien. También, nos manda respetar y cuidar la Creación.
Para cumplir este mandamiento, no debemos apropiarnos de lo que no sea nuestro y debemos evitar causar daño a lo que tienen los demás. Respetar la Creación y usar las cosas para hacer el bien. Pagar lo justo a las personas que empleo y cuando soy empleado cumplir con el trabajo para el que fui contratado.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos preguntamos:
• ¿Devuelvo las cosas que encuentro y no son mías?
• ¿Cuido las cosas que me prestan?
• ¿Cuido las cosas que tengo?
• ¿Cuido y respeto la creación?
• ¿Comparto mis cosas con la gente necesitada?

8. No mentirás
Este mandamiento nos manda ser sinceros y no mentir. Nos pide decir siempre la verdad. Mentir es decir algo falso, es engañar.
Para cumplir este mandamiento, debemos decir la verdad y no engañar a los demás ni hablar mal de ellos.
Para saber si cumplimos con este mandamiento, me puedo preguntar:
• ¿Estoy acostumbrado a ser sincero?
• ¿Acostumbro resolver mis problemas sin mentir?
• ¿Hablo bien de las demás personas?

9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
Este mandamiento nos dice que no debemos pensar ni desear cosas inmorales. Nos pide pureza de corazón para ver todas las cosas con los ojos de Dios. Pureza de corazón, sea yo soltero(a) o casado(a).
Para poder vivir este mandamiento, necesitamos vivir la virtud de la pureza. Esta virtud nos lleva a respetar el orden establecido por Dios en el uso de la capacidad sexual a fin de vivir un amor humano más perfecto. Practicar la castidad, cuidando lo que vemos, lo que oímos, lo que decimos, etc. Cuidar el corazón de todo aquello que lo pueda manchar.
Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:

• ¿He tenido pensamientos inmorales?
• ¿He vivido la virtud de la castidad en mi vida?
• ¿He cuidado la pureza de mi corazón?
• ¿He propiciado situaciones que me pongan en peligro para tener pensamientos y deseos impuros?

10. No desearás los bienes ajenos
Este mandamiento nos manda ser generosos y no dejar lugar a la envidia en nuestros corazones.
Para poder cumplir este mandamiento debemos ser felices con las cosas que tenemos y no tener envidia si alguien tiene más que nosotros. Disfrutar y agradecer lo que tenemos.
Para saber si estamos cumpliendo con este mandamiento, nos podemos preguntar:

• ¿Soy feliz con las cosas que tengo?
• ¿Agradezco y cuido las cosas que tengo como un regalo de Dios?
• ¿Me pongo feliz por mis amigos cuando consiguen algo que yo no tengo?
• ¿Me pongo feliz cuando a los demás les pasan cosas buenas?

¡Al cumplir los mandamientos vamos a estar cerca de Dios y vamos a vivir más felices! Los Diez mandamientos son el mejor camino para llegar al Cielo.
Recuerda que para ser feliz nos conviene cumplir con los Diez Mandamientos que Dios le entregó a Moisés. No olvides que seguir las huellas de Cristo es imitarlo en su perfecto cumplimiento de las leyes de su Padre. Los católicos, además, seguimos el mandato de Cristo: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo y, predicar el Evangelio a todas las personas.

Nota: para confesarnos bien debemos chequear los 10 Diez Mandamientos, pues con el mandamiento que no cumplamos cometemos un pecado.

Papa Francisco: los Diez Mandamientos como “signos de libertad”
El Santo Padre indicó que “no debemos ver los Diez Mandamientos como limitaciones a la libertad, no, esto no es así. Sino que los debemos ver como signos de libertad”.
“¡No son limitaciones, sino indicaciones para la libertad! Ellos nos enseñan a evitar la esclavitud a la que nos reducen los muchos ídolos que construimos nosotros mismos, lo hemos experimentado muchas veces en la historia, y lo experimentamos también hoy”.
Francisco remarcó que los Diez Mandamientos son un “’sí’ al Amor” para “defender al ser humano y guiarlo hacia la verdadera libertad”.
“¡Demos confianza a Dios! Confiemos en Él! Los Diez Mandamientos nos muestra el camino a seguir, y constituyen una especie de ‘código ético’ para construir sociedades justas, a medida del hombre".
El Santo Padre advirtió que la “pobreza material y moral deriva del rechazo de Dios y poner en su lugar a tantos ídolos”.
Los Diez Mandamientos, dijo el Papa, nos enseñan a vivir “el respeto de las personas, venciendo la codicia de poder, de posesión, de dinero, a ser honestos y sinceros en nuestras relaciones, a cuidar toda la creación, a fomentar ideales altos, nobles, espirituales".
"Los Diez Mandamientos no son un himno al ‘no’, sino al ‘sí’. Un ‘sí’ a Dios; el ‘sí’ al Amor… y porque yo digo ‘sí’ al Amor, yo digo ‘no’ a no Amor. Pero el ‘no’ es una consecuencia del ‘sí’, que viene de Dios y nos hace amar.
¡Redescubramos y vivamos las Diez Palabras de Dios! Digamos ‘sí’ a estos ‘diez caminos de amor, perfeccionados por Cristo, para defender al hombre y guiarlo a la verdadera libertad’.

ACTIVIDAD
Lee en el catecismo de la Iglesia Católica los numerales del 2052 al 2082.

La explicación de cada Mandamiento está en los numerales del 2084 al 2557. (No es obligatorio, solo si te es necesario puedes leerlos)


Luego de realizar la lectura complementaria sobre Los Diez Mandamientos, escribe con tus propias palabras, lo que significa para ti cada uno de Los Diez Mandamientos.