lunes, 1 de mayo de 2017

La Conversión… Cambio de vida hacia la santidad


Urgencia del llamado a la conversión
En muchos momentos de nuestra vida el Señor nos ha dicho: ≪ El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva ≫ (Mc 1, 15). Estas palabras de Jesús, con las que comenzó su ministerio en Galilea, deben seguir resonando en los oídos de todos, invitan a responder con prontitud a Cristo con una conversión personal más decidida y, al mismo tiempo, estimulan a una fidelidad evangélica cada vez más generosa. La exhortación de Cristo a convertirse resuena también en la del Apóstol: ≪ Es ya hora de levantaros del sueño, que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe ≫ ( Rm 13, 11).
El encuentro con Jesús vivo, mueve a la conversión. Para hablar de conversión, el Nuevo Testamento utiliza la palabra metanoia, que quiere decir cambio de corazón porque primero está la transformación interior realizada por Dios, para luego cambiar de vida, de actitudes, de comportamientos, de actuar con obras proyectándose al compromiso de transformar el mundo. Diríamos entonces que conversión es el cambio del corazón y de mentalidad. No se trata solo de un modo distinto de pensar a nivel intelectual, sino de la revisión del propio modo de actuar a la luz de los criterios evangélicos. A este respecto, san Pablo habla de ≪ la fe que actúa por la caridad ≫ ( Ga 5, 6).
Por ello, la autentica conversión debe prepararse y cultivarse con la lectura orante de la Sagrada Escritura y la recepción de los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía. La conversion conduce a la comunión fraterna, porque ayuda a comprender que Cristo es la cabeza de la Iglesia, su Cuerpo místico; mueve a la solidaridad, porque nos hace conscientes de que lo que hacemos a los demás, especialmente a los más necesitados, se lo hacemos a Cristo.
La conversión favorece, por tanto, una vida nueva, en la que no haya separación entre la fe y las obras en la respuesta cotidiana a la universal llamada a la santidad. Superar la división entre fe y vida es indispensable para que se pueda hablar seriamente de conversión. Para ser verdadero discípulo del Señor, el creyente ha de ser testigo de la propia fe, pues ≪ el testigo no da solo testimonio con las palabras, sino con su vida ≫ Hemos de tener presentes las palabras de Jesús: ≪ No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrara en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial ≫ ( Mt 7, 21). La apertura a la voluntad del Padre supone una disponibilidad total, que no excluye ni siquiera la entrega de la propia vida: ≪ El máximo testimonio es el martirio; es decir: dispuestos a entregar la vida.
Dimensión personal y social de la conversión
La conversión no es completa si falta la conciencia de las exigencias de la vida cristiana personal y comunitaria, y si no se pone esfuerzo en llevarlas a cabo. A este respecto, los Padres sinodales han señalado que, por desgracia, ≪ existen grandes carencias de orden personal y comunitario con respecto a una conversión más profunda y con respecto a las relaciones entre los ambientes, las instituciones y los grupos en la Iglesia ≫.(Sínodo de los Obispos no.703) ≪ Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve ≫ (1 Jn 4, 20). La caridad fraterna implica una preocupación por todas las  necesidades del prójimo. ≪ Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, .como puede permanecer en el amor de Dios? ≫ ( 1 Jn 3, 17).
Por ello, convertirse al Evangelio para el Pueblo cristiano que vive en América, significa revisar ≪ todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común ≫ De modo particular convendrá ≪ atender a la creciente conciencia social de la dignidad de cada persona y, por ello, hay que fomentar en la comunidad la solicitud por la obligación de participar en la acción política según el Evangelio ≫ No obstante, será necesario tener presente que la actividad en el ámbito político forma parte de la vocación y acción de los fieles laicos. Estas palabras de los Obispos Sinodales, reflejan claramente la dimensión personal y comunitaria que tiene la conversión.

Conversión permanente
Con frecuencia se oye decir a las personas cuando van a un retiro, asisten a una plática o participan de un congreso espiritual "Ya estoy convertido". La conversión no es de un momento, ni se logra inmediatamente, constituye más bien un proceso valiente y decidido que se va consiguiendo mediante un encuentro vivo y personal con Jesucristo en cada momento y circunstancia de nuestra vida.
La conversión en esta tierra nunca es una meta plenamente alcanzada: en el camino que el discípulo está llamado a recorrer siguiendo a Jesús, la conversión es un empeño que abarca toda la vida. Por otro lado, mientras estamos en este mundo, nuestro propósito de conversión se ve constantemente amenazado por las tentaciones. Desde el momento en que ≪ nadie puede servir a dos señores ≫ ( Mt 6, 24), el cambio de mentalidad (metanoia) consiste en el esfuerzo de asimilar los valores evangélicos que contrasta con las tendencias que dominan en el mundo. Es necesario, pues, renovar constantemente ≪ el encuentro con Jesucristo vivo ≫, camino que, como han señalado los Padres sinodales, ≪ nos conduce a la conversión permanente ≫
Acción del Espíritu Santo para conseguir un nuevo estilo de vida
La autentica conversión se consigue mediante dos acciones: Por una parte la seguridad de la acción del Espíritu Santo y por otra la acción decidida de la persona para conseguir un estilo nuevo de vida. A todos se nos exige tener una espiritualidad de vida y asumirla generosamente para entrar en el camino de la conversión. Esta espiritualidad como dicen los Obispos Sinodales, nos lleva a la meta que es la conversión y se entiende no ≪ una parte de la vida, sino la vida toda guiada por el Espíritu Santo. Entre los elementos de espiritualidad que todo cristiano tiene que hacer suyos sobresale la oración. Esta lo conducirá poco a poco a adquirir una mirada contemplativa de la realidad, que le permitirá reconocer a Dios siempre y en todas las cosas; contemplarlo en todas las personas; buscar su voluntad en los acontecimientos.
La oración tanto personal como litúrgica es un deber de todo cristiano. ≪Jesucristo, evangelio del Padre, nos advierte que sin El no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5). El mismo en los momentos decisivos de su vida, antes de actuar, se retiraba a un lugar solitario para entregarse a la oración y la contemplación, y pidió a los Apóstoles que hicieran lo mismo. A sus discípulos, sin excepción, el Señor recuerda: ≪ Entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que esta allí, en lo secreto ≫ (Mt 6, 6). Esta vida intensa de oración debe adaptarse a la capacidad y condición de cada cristiano, de modo que en las diversas situaciones de su vida pueda volver siempre a la fuente de su encuentro con Jesucristo para beber el único Espíritu ( 1 Co 12, 13)
La espiritualidad cristiana se alimenta ante todo de una vida sacramental asidua, por ser los Sacramentos raiz y fuente inagotable de la gracia de Dios, necesaria para sostener al creyente en su peregrinación terrena. Esta vida ha de estar integrada con los valores de su piedad popular, los cuales a su vez se verán enriquecidos por las practicas sacramentales y libres del peligro de degenerar en mera rutina. Por otra parte, la espiritualidad no se contrapone a la dimensión social del compromiso cristiano. Al contrario, el creyente, a través de un camino de oración, se hace más consciente de las exigencias del Evangelio y de sus obligaciones con los hermanos, alcanzando la fuerza de la gracia indispensable para perseverar en el bien. Para madurar espiritualmente, el cristiano debe recurrir al consejo de los ministros sagrados o de otras personas expertas en este campo mediante la dirección espiritual, practica tradicionalmente presente en la Iglesia. Los Padres sinodales han creído necesario recomendar a los sacerdotes este ministerio de tanta importancia.
La santidad meta de la conversión
La Sagrada escritura nos recuerda: ≪ Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo ≫ (Lv 19, 2). Este es uno de los puntos centrales de la Constitución dogmatica sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II. La santidad es la meta del camino de conversión, pues esta ≪ no es fin en si misma, sino proceso hacia Dios, que es santo. Ser santos es imitar a Dios y glorificar su nombre en las obras que realizamos en nuestra vida En el camino de la santidad Jesucristo es el punto de referencia y el modelo a imitar: El es el Santo de Dios y fue reconocido como tal (cf. Mc 1, 24).
El mismo nos ensena que el corazón de la santidad es el amor, que conduce incluso a dar la vida por los otros (cf. Jn 15, 13). Por ello, imitar la santidad de Dios, tal y como se ha manifestado en Jesucristo, su Hijo, no es otra cosa que prolongar su amor en la historia, especialmente con respecto a los pobres, enfermos e indigentes (cf. Lc 10, 25ss) Jesucristo es camino de santidad a imitar y el mismo nos lo dice: ≪ Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida ≫ (Jn 14, 6). Con estas palabras Jesús se presenta como el único camino que conduce a la santidad.
Penitencia y reconciliación medios de conversión
La conversión (metanoia), a la que cada ser humano está llamado, lleva a aceptar y hacer propia la nueva mentalidad propuesta por el Evangelio. Esto supone el abandono de la forma de pensar y actuar del mundo, que tantas veces condiciona fuertemente la existencia. Como recuerda la Sagrada Escritura, es necesario que muera el hombre viejo y nazca el hombre nuevo, es decir, que todo el ser humano se renueve hasta alcanzar un conocimiento perfecto según la imagen de su creador ( Col 3, 10).
En ese camino de conversión y búsqueda de la santidad deben fomentarse los medios ascéticos que existieron siempre en la práctica de la Iglesia, y que alcanzan la cima en el sacramento del perdón, Solo quien se reconcilia con Dios es protagonista de una autentica reconciliación con y entre los hermanos.
Ciertamente en el mundo en que vivimos no podernos dejar de pensar en la crisis actual del sacramento de la Penitencia, muchos han perdido el valor de la confesión y ponen pretextos o han sido influenciados por doctrinas contrarias a la fe de la Iglesia Católica y argumentan: Yo me confieso directamente con Dios o en otros casos dicen, para que me voy a confesar con un hombre como yo.
La Iglesia nos ensena que en el sacramento de la confesión el penitente obtiene una experiencia de amor de Dios que nos perdona, porque nos ama. En consecuencia no es el Sacerdote el que perdona, es Dios mismo por medio de Jesucristo que se desborda de amor y nos reconciliamos con el y con nuestros hermanos.
El camino de conversión nos lleva pues a vivir y experimentar de una manera mucho más visible la acción amorosa de Dios que nos perdona.


ACTIVIDAD
1.- ¿Qué es para ti la Conversión?
2.- ¿Estás ya en camino a la Conversión o te falta mucho? ¿Por Qué?
3.- ¿Cuál es tu estilo de vida?
4.- ¿Qué debes cambiar?

En el catecismo de la Iglesia Católica en los Numerales del 1427 al 1429, realizar un pequeño resumen y análisis

La conversión de los bautizados
1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (Cf. Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.
1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (Cf. Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (Cf. 1 Jn 4,10).
1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (Cf. Jn 21,15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).

S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia" (Ep. 41,12).



1 comentario:

  1. 1.- ¿Qué es para ti la Conversión? Convertirse a Cristo, hacerse cristiano, significa ir por el camino de Dios
    2.- ¿Estás ya en camino a la Conversión o te falta mucho? ¿Por Qué?
    Considero que si estoy en el camino a la conversion porque ya recibi el bautizmo el cual es el primer llamado que Dios nos hace.
    3.- ¿Cuál es tu estilo de vida? normal, rutinaria
    4.- ¿Qué debes cambiar? Pienso que debo acercarme mas a Dios, porque aveces me alejo de el

    En el catecismo de la Iglesia Católica en los Numerales del 1427 al 1429, realizar un pequeño resumen y análisis
    La conversión de los bautizados:
    Todos los cristianos estamos llamados a convertirnos, a ser creyentes. La palabra nos dice que el reino de Dios esta cerca.
    Es desde el bautismo que comienza la conversión; podemos conocer a Cristo y aumentar nuestra fe, es necesario apartarnos del pecado y que en nuestro corazón exista arrepentimiento y estar dispuestos a responder al llamado que Dios nos hace gracias a su infinita misericordia y el gran amor que nos tiene.

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