Cinco pasos son necesarios para confesarse bien:
1.- El hijo pródigo examina su conciencia.
2.- Se arrepiente.
3.- Hace propósito de volver al padre.
4.- Vuelve y pide perdón.
5.- Paga con buenas obras sus pecados
Es decir, reflexiona, se arrepiente, se corrige, se acusa y expía.
1.- El hijo pródigo examina su conciencia.
2.- Se arrepiente.
3.- Hace propósito de volver al padre.
4.- Vuelve y pide perdón.
5.- Paga con buenas obras sus pecados
Es decir, reflexiona, se arrepiente, se corrige, se acusa y expía.
Para complementar leer, Lucas
15:11-32
1° EXAMEN
DE CONCIENCIA
La
confesión no tendrá efecto y fruto si entramos en la Iglesia y rápido nos
confesamos, sin haber hecho primero un buen examen de conciencia sereno,
tranquilo, pausado, y si es por escrito mejor, para que así, no nos olvidemos
ni un pecado.
¿Cómo hacer este examen de conciencia?
El examen
de conciencia consiste en recordar los pecados que hemos cometido y las causas
o razones por las cuales estamos cometiendo esas faltas.
Deberíamos,
como buenos cristianos, hacer examen de conciencia todos los días en la noche,
antes de acostarnos.
Así
iríamos formando bien nuestra conciencia, haciéndola más sensible y recta, más
pura y delicada. Los grandes Santos nos han recomendado este medio del examen
de conciencia diario
¿Cómo se hace?
1° Pedimos
al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los pecados
nuestros que más le están disgustando a Dios.
2° Vamos repasando:
.- Los
diez mandamientos.
.- Los
cinco mandamientos de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica.
.- Los
siete pecados capitales.
.- Las
obras de misericordia.
.- Las
bienaventuranzas.
.- El
mandamiento de la caridad.
.- Los
pecados de omisión: el bien que dejamos de hacer: no ayudar, no hacer
apostolado, no compartir los bienes, no hacer visitas a Cristo Eucaristía, no
dar un buen consejo.
También es bueno confesarse de la siguiente manera:
.- Deberes
para con Dios: mi relación con la voluntad de Dios.
.-
Deberes para con el prójimo: caridad, respeto.
.- Deberes para conmigo: estudios, trabajo,
honestidad, pureza, veracidad.
.- Deberes para con ese Movimiento o Institución
eclesial a la que pertenezco: fidelidad a los compromisos, apostolado.
2º DOLOR DE LOS PECADOS Y LA CONTRICIÓN DEL CORAZÓN
No basta sólo hacer un buen examen de conciencia para una buena confesión: es
necesario un segundo paso: dolerme interiormente por haber cometido esos
pecados, porque ofendí a Dios, mi Padre. Es lo que llamamos dolor de los
pecados o contrición del corazón
Contrición de corazón o arrepentimiento es sentir tristeza y pesar de haber
ofendido a Dios con nuestros pecados.
No es tanto “me siento mal… no me
ha gustado lo que he hecho… siento un peso encima…” ¡No! Este dolor de
contrición es otra cosa: “Estoy muy apenado porque ofendí a Dios, que es mi
Padre, le puse triste”.
El Salmo 50 dice: “Un corazón
arrepentido, Dios nunca lo desprecia”.
Jesús cuenta, que un publicano fue a orar, y arrodillado decía: “Misericordia,
Señor, que soy un gran pecador” y a Dios le gustó tanto esta oración de
arrepentimiento que le perdonó (cfr Lucas 18).
¿Cuántas
clases de arrepentimiento hay?
Hay tres:
1° Contrición
perfecta,
2°
Contrición imperfecta o atrición,
3°
Arrepentimiento.
La contrición
perfecta: es una tristeza o pesar por haber ofendido a Dios, por ser Él
quien es, esto es, por ser infinitamente bueno y digno de ser amado, teniendo
al mismo tiempo el propósito de confesarse y de evitar el pecado. Es el ejemplo
del rey David, o de Pedro.
La atrición:
es una tristeza o pesar de haber ofendido a Dios, pero sólo por la fealdad y
repugnancia del pecado, o por temor de los castigos que Dios puede enviarnos
por haberlo ofendido. Para que esta atrición obtenga el perdón de los pecados
necesita ir acompañada de propósito de enmendarse y obtener la absolución del
sacerdote en la confesión.
El remordimiento:
(morder doblemente) es una rabia o disgusto por haber hecho algo malo que no
quisiéramos haber hecho. Es la conciencia la que nos muerde. No nos da tristeza
por haber ofendido a Dios, sino porque hicimos algo que no nos gusta haber
hecho. Ejemplo de Judas. El remordimiento no borra el pecado.
¿Cuándo
debemos tener este dolor de contrición y arrepentimiento de los pecados?
Sobre todo cuando nos vamos a confesar, pues si no estamos arrepentidos, no
quedamos perdonados. Pero es bueno también arrepentirnos de nuestras faltas
cada noche antes de acostarnos. A Dios le gusta un corazón arrepentido.
¿Qué
cualidades debe tener nuestro arrepentimiento?
Tres son
las cualidades:
.- Arrepentirse de todo los
pecados sin excluir ninguno (a no ser por olvido).
.- Que el arrepentimiento no sea sólo exterior
sino que se sienta en el alma.
.- Que sea sobrenatural, o sea no sólo por los
males materiales que nos trae el pecado, sino porque con él causamos un
disgusto a Dios y nos vienen males para el alma y para la eternidad.
¿Qué ayuda para conseguir el dolor de contrición o arrepentimiento perfecto?
.- Recordar el Calvario y todo lo que Jesús
sufrió por nosotros en su Pasión.
.- Recordar el Cielo y pensar en las alegrías y
felicidades que allá nos esperan. ¡Todo esto lo perderé, si peco!
.- Ir con la imaginación a los castigos eternos
y pensar que allá podemos ir también nosotros si no abandonamos nuestros
pecados y malas costumbres.
¡A
cuantos les ha salvado esto, y les ha alejado de sus pecados!
Una
poesía resume este arrepentimiento sincero: “No me mueve, mi Dios, para
quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por ello de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado
en esa cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muévenme tus
afectas y tu muerte. Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no
hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera. No me
tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo
mismo que te quiero te quisiera” (Anónimo).
3º CONFESAR TODOS LOS PECADOS
El
sacramento de la penitencia o confesión está en crisis en algunas partes porque,
como dijo el Papa Juan Pablo II, “al hombre contemporáneo parece que le cuesta
más que nunca reconocer los propios errores… parece muy reacio a decir ‘me
arrepiento’ o ‘lo siento’; parece rechazar instintivamente y con frecuencia
irresistiblemente, todo lo que es penitencia, en el sentido del sacrificio
aceptado y practicado para la corrección del pecado” (Reconciliación y
Penitencia n. 26).
Pío XII
manifestó en un radiomensaje del Congreso Catequístico Nacional de los Estados
Unidos, en Boston (26 de octubre de 1946): “El pecado del siglo es la pérdida
del sentido del pecado”.
El tercer
paso para hacer una buena confesión es confesar todos los pecados mortales y
graves al confesor.
¿Qué es
la confesión de boca? Es manifestar al confesor sin engaño, ni mentira
los pecados cometidos, con intención de recibir la absolución. Dice la Biblia:
“No te avergüences de confesar tus pecados” (Eclesiástico 4,26)
Para que
Dios perdone, por medio del confesor, es necesario decir los pecados. Así lo
dispuso el mismo Cristo al instituir el sacramento del la Penitencia. “A
quienes se los perdonéis, quedarán perdonados; a quienes se los retuviereis les
quedarán retenidos” (Jn. 20, 23).
Los
apóstoles, y sus sucesores, los obispos y los colaboradores, los sacerdotes,
para poder absolver, necesitan conocer lo que perdonan, es decir, necesitan
escuchar los pecados del penitente.
¿Cuáles son las cualidades para una buena confesión de boca?
.- Sinceridad: no debo ocultar lo
que en conciencia es grave.
.- Verdadera: sin ocultar o disimular lo que
debo manifestar, ni dar vueltas, tratando de justificarme.
.- Completa: todos los pecados
graves, según su especie, número y circunstancias que cambian la especie.
.- Sencilla y humilde: con pocas palabras y sin
rodeos.
Omitir
voluntariamente la confesión de pecados graves o circunstancias que cambian la
especie o callar voluntariamente algún pecado grave hace que la confesión sea
inválida y sacrílega.
¿Qué
pecados estamos obligados a confesar?
Solamente
los pecados mortales, pero es bueno y provechoso confesar también los veniales,
así iremos fomentando mejor nuestra conciencia; así también el sacerdote nos
podrá guiar con toda seguridad y sabiduría hacia la santidad.
¿Qué hacer cuando sólo tenemos pecados veniales para confesar?
Conviene
recordar también algún pecado mortal ya confesado. Así el recuerdo de un pecado
grave hace más fuerte el arrepentimiento y más serio el propósito. Esto si lo
considera oportuno el confesor, porque hay almas con escrúpulos a quienes no
conviene que revuelvan el pasado ya confesado.
¿Qué sucede cuando uno olvida algún pecado grave en la confesión, sin
querer?
Obtiene el perdón de los pecados y puede comulgar, pero en la próxima confesión
debe confesarse de ese pecado que olvidó sin querer.
Una norma muy útil: cuando uno
termina de decirle al sacerdote los pecados conviene añadir: “Pido perdón
también de todos los pecados que se me hayan olvidado”. Así queda el alma mucho
más tranquila.
4º PROPÓSITO DE ENMIENDA
Antes de
explicar el cuarto paso, quisiera resumir, de la Institución Pastoral del
Episcopado español del 15 de abril de 1989, los síntomas y raíces de la
disminución de la práctica de la confesión en algunas partes:
.- Por el ateísmo e indiferencia religiosa de
nuestros tiempos.
.- La pérdida del sentido del pecado.
.- Las interpretaciones inadecuadas del pecado.
Hoy se nos quiere hacer creer que el pecado es algo superado, es un vago
sentimiento de culpabilidad, es como una fuerza oscura del inconsciente, es
como expresión y reflejo de las condicionantes ambientales, se les identifican
con el pecado social y estructural. Algunos ya no ven pecado en casi nada,
salvo en lo social, estructural.
.- Crisis generalizada de la
conciencia moral y su oscurecimiento en algunos hombres. Esto debido a la
amoralidad sistemática, cuando no inmoralidad.
.- Otra causa que ven los obispos
españoles es ésta: indecisión de predicadores y confesores en materia moral,
económica y sexual. Algunos fieles se desconciertan al oír diversas opiniones
de confesores sobre el mismo tema moral. Y claro, muchos optan por hacer caso
al más laxo y fácil. Y al final optan por dejar sus conciencias al juicio de
Dios y abandonan la confesión.
Expliquemos
ahora sí el propósito de enmienda, que brota espontáneamente del dolor.
¿Qué es el propósito de enmienda?
Es una
firme resolución de nunca más ofender a Dios. Y hay que hacerlo ya antes de
confesarse. Jesús a la pecadora le dijo: “Vete y no peques más” (Jn. 8,11).
Esto es lo que se propone el pecador al hacer el propósito de enmienda: “no
quiero pecar más, con la ayuda de Dios”. Si no hay verdadero propósito, la
confesión es inválida.
No
significa que el pecador ya no volverá a pecar, pero sí quiere decir que está
resuelto a hacer lo que le sea posible para evitar sus pecados que tanto
ofenden a Dios. No se trata de la certeza absoluta de no volver a cometer
pecado, sino de la voluntad de no volver a caer, con la gracia de Dios. Basta
estar ciertos de que ahora no quiere volver a caer. Lo mismo que al salir de
casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar.
Estos
propósitos no deben ser solamente negativos: no hacer esto, no decir aquello…
También hay que hacer propósitos positivos: rezaré con más atención, seré más
amable con todos, hablaré bien de los demás, haré un pequeño sacrificio en la
mesa o en el fútbol, callaré cuando esté con ira, seré agradecido, veré solo
buenos programas en la televisión, hablaré con aquella persona que tanto me
cuesta, etc.
¿Y si volvemos a caer?
Pues, nos
levantamos con humildad. La conversión y renovación es progresiva, lenta. Por
eso es necesaria la confesión frecuente, no sólo cuando hemos caído, sino para
no caer. Allí Dios nos robustece la voluntad, no sólo para no caer, sino
también para lograr las virtudes.
¿Por qué algunos se confiesan siempre de las mismas faltas?
Es muy
sencillo: porque no evitan las ocasiones de pecado. Por eso, el propósito de
enmienda implica dos cosas: evitar el pecado y las ocasiones que llevan a él.
Debemos pedir siempre lo que San Ignacio de Loyola pide en los Ejercicios Espirituales
cuando habla de las meditaciones sobre el pecado: “Dame vergüenza y confusión,
dolor y lágrimas, aborrecimiento del pecado y del desorden que lleva al
pecado”.
Debemos
apartarnos seriamente de las ocasiones de pecar, porque “quien ama el peligro
perecerá en él” (Eclesiástico 3, 27). Si te metes en malas ocasiones, serás
malo.
Hay
batallas que el modo de ganarlas es evitándolas. Combatir siempre que sea
necesario es de valientes; pero combatir sin necesidad es de estúpidos
fanfarrones.
Si no
quieres quemarte, no te acerques demasiado al fuego. Si no quieres cortarte, no
juegues con una navaja bien afilada. Sobre todo esto vale para la
concupiscencia de la carne o impureza. La impureza es una fiera insaciable.
Aunque se le dé lo que pide, siempre quiere más. Y cuanto más le des, más te
pedirá y con más fuerza. La fiera de la concupiscencia hay que matarla de
hambre. Si la tienes castigada, te será más fácil dominarla.
Por
tanto, si el propósito no se extendiese también a poner todos los medios necesarios
para evitar las ocasiones próximas de pecar, la confesión no sería eficaz;
mostraría una voluntad apegada al pecado, y, por lo tanto, indigna de perdón.
Quién,
pudiendo, no quiere dejar una ocasión próxima de pecado grave, no puede recibir
la absolución. Y si la recibe, esta absolución es inválida.
Ocasión
de pecado es toda
persona, cosa, circunstancia, lugar, que nos da oportunidad de pecar, que nos
facilita el pecado, que nos atrae hacía él y constituye un peligro de pecar.
Jesucristo
tiene palabras muy duras sobre la obligación de huir de las ocasiones de pecar:
“Si tu ojo es ocasión de pecado, arráncalo… si tu mano es ocasión de pecado,
córtala… más te vale entrar en el Reino de los cielos, manco o tuerto, que ser
arrojado con las dos manos, los dos ojos, en el fuego del infierno” (Mt 18,
8ss).
Una
persona que tiene una pierna gangrenada, se la corta para salvar su vida
humana, y tú ¿no eres capaz de cortar esa cosa… para salvar tu alma?
Evitar un
pecado cuesta menos que desarraigar un vicio. Es mucho más fácil no plantar una
bellota que arrancar una encina.
Para
apartarse con energía de las ocasiones de pecar, es necesario rezar y orar:
pedirlo mucho al Señor y a la Virgen, y fortificar nuestra alma comulgando a
menudo.
5º CUMPLIR LA PENITENCIA
Expliquemos
el último paso para hacer una buena confesión: cumplir la penitencia.
Pero
antes recuerda esto:
.- La confesión es el medio ordinario que ha
puesto Dios para perdonar los pecados cometidos después del bautismo en el día
a día. Es un medio maravilloso que renueva, santifica, forma conciencia y,
sobre todo, da mucha paz al alma.
.- Cuesta, o puede costar, porque a la confesión
no vamos a decir hazañas, sino pecados y miserias. Y esto nos cuesta a todos.
Es curioso que algunos que ponen dificultades en decir los pecados al sacerdote
confesor los propagan entre sus amigos con risotadas y chascarrillos, y con
frecuencia exagerando fanfarronamente. Lo que pasa es que esas cosas ante sus
amigos son hazañas, pero ante el confesor son pecados, y esto es humillante. Y
lo que no tienen tus amigos, secreto, lo tiene el confesor: él no puede contar
ni un pecado tuyo a nadie. A esto se le llama el sigilo sacramental; ha habido
sacerdotes que han dado su vida antes que faltar a este secreto de la
confesión.
.- Para confesarse hay que ser muy sincero. Los
que no son sinceros, no se confiesan bien. El que calla voluntariamente en la
confesión un pecado grave, hace una mala confesión, no se le perdona ningún
pecado, y, además, añade otro pecado terrible que se llama sacrilegio.
.- Si tienes un pecado que te da
vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el primero. Este acto de
vencimiento te ayudará a hacer una buena confesión.
.- El confesor será siempre tu mejor amigo. A él
puedes acudir siempre que lo necesites, que con toda seguridad encontrarás
cariño y aprecio y much comprensión. Además de perdonarte los pecados, el
confesor puede consolarte, orientarte, aconsejarte. Pregúntale las dudas
morales que tengas. Pídele los consejos que necesites. Él guardará el secreto
más riguroso.
¿Qué es cumplir la penitencia?
Es rezar
o hace lo que el confesor me diga. Esta penitencia, ya sea una oración, una
obra de caridad, un sacrificio, un servicio, la aceptación de la cruz, una
lectura bíblica, es para expiar, reparar el daño que hemos hecho a Dios al
pecar. Es expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.
El pecado,
sobre todo si es grave, es ofensa grave a Dios. Mereceríamos las penas eternas
del infierno. Esta penitencia que me da el sacerdote en parte desagravia la
ofensa a Dios y expía las penas merecidas.
La
confesión perdona las penas eternas, pero no perdona la pena temporal. Esta
penitencia que hago va satisfaciendo, en parte, o disminuyendo la pena temporal
debida por los pecados.
Dado que
siempre será pequeña esta penitencia que me da el sacerdote, es aconsejable que
luego cada quien elija otras penitencias que están a su alcance: el deber de
estado bien cumplido y con amor; la paciencia en las adversidades, sin
quejarse; refrenar y encauzar los sentidos corporales y espirituales, la
imaginación, los deseos o apetencias caprichosas; poner un orden y horario en
la jornada, desde el momento en que está prevista la hora de levantarse; la
caridad ejercida por las obras de misericordia corporales o espirituales; el
control de los pasatiempos y diversiones inútiles y nocivas; la perseverancia
en las cosas pequeñas, con alegría (Consultar el Catecismo 1468-1473).
Todos los
viernes del año, que el Derecho Canónico llama penitenciales (Cánones
1250-1253) son ocasión para hacer penitencia, como así también especialmente la
Cuaresma, por el ayuno, la abstinencia de carne o la práctica de obras de
misericordia, o a privación de algo que nos cueste (cigarrillos, dulces,
bebidas alcohólicas u otros gustos).
Esta
satisfacción que hacemos no es ciertamente el precio que se paga por el pecado
absuelto y por el perdón recibido, porque ningún precio humano puede equivaler
a lo que se ha obtenido, fruto de la preciosísima Sangre de Cristo. Pero quiere
significar nuestro compromiso personal de conversión y de amor a Cristo.
ACTIVIDAD:
Escribe un
resumen, con tu apreciación personal sobre La Confesión.
Donde expreses qué es
la confesión, acuerdos, desacuerdos y dudas, sobre este sacramento.
muchas gracias por esta pagina...me ayudo mucho a organizar mis ideas y mi primer confesion como adulto. Soy conversa de protestante a catolica y esta sera mi primera confesion...gracias por la guia.
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